Iridología y análisis del iris

La Iridología no es una materia para diagnosticar enfermedades, sino terrenos. Esto es, hacer una valoración del potencial energético de base que tiene la persona de una forma natural y cero invasiva. Por tanto no es algo exclusivo de la Naturopatía, pues ya fue usada por la medicina convencional en los años 1840 – 1870.

Haciendo un estudio del iris podemos deducir la capacidad de reacción que tendrá nuestro paciente a la terapia elegida, así como ciertos estados físico – emocionales que influyen en el contexto terapéutico, por ejemplo el estrés.

Ya que la salud en medicina natural es un correcto equilibrio entre vitalidad o energía y tóxicos, también mediante el iris podemos ver reflejado el nivel de toxemia interna y dónde ésta se acumula.

Historia de la Iridología

Todo comenzó en el 1836 gracias a un niño húngaro de 10 años, Ignaz Von Peczley, que tenía verdadera devoción por la naturaleza y dedicaba su tiempo libre a dibujar animales que encontraba por el bosque. En uno de estos dibujos plasmó a un búho, el cual un día se rompió una pata. Así pudo ver como en el dibujo que ahora hacía de su iris aparecía una mancha que antes no estaba y además se ubicaba en el ojo del mismo lado de la pata y en la zona del iris que hoy sabemos que se corresponde con las extremidades inferiores. Con todo ello dedujo que los cambios corporales provocan cambios en nuestro iris.

Son el nervio ciliar corto y largo los que transmiten la información por el sistema nervioso autónomo hasta el estroma (segunda capa en profundidad de nuestro iris), causando un cambio en dicha estructura; debido a que este tejido es uno de los más blandos de nuestro organismo, lo que lo vuelve muy sensible a cualquier alteración.

De esta manera Bernard Jensen en el 1850 perfeccionó la topografía del iris hecha previamente por Ignaz. Y es ésta la que conocemos hoy en día y la que fue también fue usada por nuestra medicina convencional durante años.

Ya en 1933 Adolf Hitler utilizaba la Iridología como diagnóstico del terreno, gracias al Naturópata Helpraptiker que mirando el ojo de sus servidores podía deducir cuáles se correspondían con lo que él llamaba “raza pura”, es decir, cuáles eran los fuertes para luchar y ganar.

Para hacer una valoración correcta hemos de seguir unos pasos:

Para hacer una adecuada observación del iris necesitamos simplemente una lupa especial de Iridología y los conocimientos suficientes en la materia. Dicha lupa contiene una pequeña luz a modo de linterna que proporciona una visión más precisa de todo el iris. Incluso ahora ya existen cámaras especializadas que captan la imagen, para favorecer su posterior estudio a través del ordenador y poder tener registrada la evolución de cada paciente durante toda nuestra terapia.

Lo primero que miramos en un ojo es su color, ya este detalle nos proporciona mucha información, pues no nos movemos en el mismo contexto cuando hablamos de un iris color marrón (llamado hematógeno), que uno azul (linfático) o uno mixto. Por tanto, ante un mismo signo en dos iris de distinto tono la lectura es diferente.

Después se han de valorar las medidas. Tanto la distancia desde la pupila al iris como de éste al borde ciliar. Así como la forma, posición y tamaño de la misma pupila.

De ahí ya pasamos a la tipología, que nos aporta la información sobre el grado de vitalidad y de toxemia.

Hematógenos

  • En los hematógenos tenemos de mayor a menor energía vital:
    • Mieloide
    • Tetania larvada
    • Tejido conjuntivo débil con el subtipo de máxima degeneración llamado Margarita.

Linfáticos

  • Y en los linfáticos, también por orden decreciente:
    • Fibrilar
    • Hidrogenoide
    • Tejido conjuntivo débil con su mismo subtipo.

En cada uno de estos tipos se presentan unos signos característicos, tanto en la pupila como en el iris. Cada signo tiene un nombre y una lectura concreta. Y la información se deduce de todo el conjunto.

Iridología y análisis del iris

Alcance de la Iridología

Por tanto el iris nunca sustituye una analítica, una radiografía, etc. Simplemente, nos proporciona una información adicional y que ningún otro órgano nos puede expresar. De esta sencilla manera podemos conocer el grado de desgaste con el que llega el paciente a nuestra primera visita, es decir, hasta qué punto el organismo de dicha persona ha sufrido anteriores achaques y las secuelas físico – emocionales que le han dejado.

Se convierte por todo ello en un buen soporte a la hora de hacer balance de su evolución día a día durante todo el proceso de terapia. Incluso constituye un método preventivo de gran valor, ya que hay signos que no indican un daño presente sino que informan de uno posible futuro, como aviso ante aquello que hemos de cambiar en nuestro estado general de salud antes de que no se produzcan lesiones orgánicas como consecuencia.

Contamos en todo caso con la gran ventaja de tratarse de una valoración completamente inocua. Por lo que se puede repetir cuantas veces sea necesario, sirve para todas las edades y estados de salud y no causa ningún daño.

Y finalmente, si hablamos de nuestros ojos, no podemos dejar de lado ser conscientes de todo cuanto ellos expresan sin apenas darnos cuenta. Toda expresión esconde una emoción. ¿Qué hay detrás de una mirada? “La cara es el espejo del alma” y nuestros ojos nunca engañan. Ya sin acercarnos con la lupa hemos podido ver también otras muchas cosas que envuelven a dicha persona y que influirán en toda nuestra terapéutica.

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